El cuerpo y el alma son como el coche y el conductir. Recordemos siempre que somos el conductor y no el coche. No debemos identificarnos con el vehíclo. Este empeño actual en prolongar nuestra vida, en vivir incluso más de cien años, es una locura. Sería como conservar nuestro viejo Ford después de haber recorrido con él más de trescientosmil kilómetros. La carrocería está oxidada, el circuito de transmisión se ha reparado cuatro veces, el motor se está cayendo a trozos, y aún así nos resistimos a cambiarlo. Entretanto, hay un Corvette de 1ª mano esperándonos a la vuelta de la esquina. Sólo hemos de bajar tranquilamente del Ford y subirnos al hermoso Corvette. El conductor, el alma, nunca cambia. Sólo cambiamos de coche.